miércoles, 3 de noviembre de 2010

RUTA SUICIDA DE REBORDECHAO

Rebordechao es un pequeño pueblo de Vilar de Barrio totalmente empotrado en la sierra de San Mamede y del que arrancan unos cuantos caminos que se internan en los montes a través de corgas. Uno de estos caminos fue el que escogimos con la idea de realizar una rutita triangulando Rebordechao con dos refugios por si la cosa se ponía climatológicamente jodida, uno de ellos es la caseta abandonada al pie de la torre de vigilancia forestal en el alto de Sabugal y el otro es el refugio oficial del alto de San Mamede, que si no está abandonado lo parece. (Está como todos los refugios que conozco a los que puede llegar cualquier gilipollas con un coche: lleno de pintadas, con cristales rotos y mierda a punta pala. Una pena)
Desde Rebordechao salimos rumbo este hacia o Pereiriño para buscar el fondo de a corga do Sabugal donde, al menos en teoría, cruzando el riachuelo encontraríamos una senda que ascendería por a pedriña a as chairas enlazando allí con una pista que, a su vez nos llevaría a la pista que crestea la sierra. Suena fácil, pero no. A nosotros nos va hacer difícil lo sencillo y, no encontrando rastro alguno de esa senda nos fuimos a internar en la corga hasta donde el monte se vuelve jungla, intentando seguir el curso de innumerables canalillos que nacían del riachuelo para regar los preciosos prados. Intentar subir cualquiera de las laderas del monte parecía una locura porque la maleza, formada por carqueixas de más de dos metros de alto formaban muros impenetrables y el suelo mojado y fragmentado invitaba a partirse la crisma. Pero finalmente no quedó mas remedio porque, claro está, retroceder es de cobardes. Así que mezclando escalada y natación ascendimos por un mar embravecido de carqueixas pletóricas de agua que no terminaba nunca. A lo lejos divisábamos la linea de lo que debía ser la pista de la cresta, entre ella y nosotros un mundo de carqueixas gigantes y un par de castillos de piedra. Subíamos en línea recta y ya estábamos empapados. Nuestros pantalones escurrían agua al interior de las polainas y botas (Nota mental: Los pantalones de aguas no hacen efecto si no los llevas puestos tonto del haba) todo era muy bucólico y pastoril vaya. Creímos que no llegaríamos nunca pero finalmente allí estábamos y nos daban la bienvenida con su gélido abrazo el viento de las cumbres y la niebla más cerrada.
Por si las hipotermias decidimos despelotarnos y escurrir calcetines, vaciar litros de agua de las botas y cambiarnos de pantalones (ahora si los de aguas) y ponernos a patear como desgraciados para mantener la temperatura y llegar al refugio del alto de San Mamede, lo cual nos iba a llevar una tiradita. Una vez allí nos hicimos un cafecito breve y reconfortante antes de proseguir nuestra contra reloj hacia Rebordechao mientras la tarde iba cayendo. Esta pista la conozco bastante bien pero los cálculos de tiempos varían mucho de ir en el Land Rover a ir pateando y la niebla tampoco ayudaba mucho pero, qué carallo, Rebordechao tenía que estar allí abajo porque los montes forman un embudo a su alredeor así que tomamos la primera desviación que bajaba... los primeros 500 metros, para volver a subir... en fin, buff si al menos el viento helado nos diese una tregua..
En un momento fugaz la niebla nos dejó ver unos reflejos sospechosos. Primero nos parecieron lagunillas, después roquedos de pizarra y finalmente, antes de que se cerrase nuevamente la niebla nos dimos cuenta de que se trataba de Rebordechao y estaba mucho más cerca de lo que imaginábamos, casi al alcance de la mano. Estábamos salvados. El descenso fue largo de todos modos, campo a través interrumpido por alambradas de espino con la noche cerniéndose y corzos saltando entre el monte bajo. No estuvo mal, solo llegué con una hora de retraso al trabajo. La aventuraca es así y espera a la vuelta de la esquina, más cerca de lo que pensamos.

Rebordechao


Rebordechao


Rebordechao