lunes, 29 de noviembre de 2010

CATANDO LA PRIMERA NIEVE DEL AÑO EN MANZANEDA

Con los gallumbos de cuello vuelto, las gafas de ventisca, las botas con borreguito y una fiambrera con cocido nos adentramos, abriendo huella, por las nevadas cumbres del macizo central. La climatología nos es propicia y nos consiente que caminemos y esquiemos descubriendo misteriosos petroglifos y numerosos rastros de fauna... Al caer la tarde recorremos a oscuras los caminos de la montaña escuchando unicamente el crugir de la nieve bajo nuestras botas y el murmullo del aire helado que anuncia la noche. Nos instalamos en el refugio del club alpino y encendemos la chimenea para celebrar un mini magosto y nos escondemos del frío dentro de los sacos al ladito del fuego. Nosotros ponemos fin a la actividad del día pero, a esa mima hora, muchas criaturas inician la suya. Puedo escuchar diminutos pasos sobre la madera del suelo. No estamos solos... (continuará)

lunes, 22 de noviembre de 2010

POR LOS CAMINOS DE VERONZA
Un día más no adentramos en los rincones más inhóspitos de la comarca del ribeiro desafiando a las inclemencias metereológicas y a las perdigonadas perdidas de los cazadores, esos adorables seres armados que recorren las sendas buscando sangre por divertimento. Pero como los dioses son complacientes con los intrépidos la lluvia va cesando a nuestro paso dejando su húmedo rastro en forma de reflejos a modo de guiños de las hojas y los árboles. No muy lejos suenan los disparos, ladridos de jauría hambrienta y bramidos de humanos poco civilizados que se comunican mediante sonidos guturales sin legar a formar palabras.
En un recodo del camino advertimos el movimiento del amigo jabalí huyendo de la zona de batida a escasos metros de nosotros. Si alguien nos pregunta le diremos que lo hemos visto pasar en dirección contraria... (continuará)







lunes, 15 de noviembre de 2010

EN LAS RUINAS DE LA RECTORAL DE BEIRO

          Con tiempo desapacible nos embarcamos en una ruta sin plan de ataque, en la que nos dejamos arrastrar por corrientes telúricas, en las proximidades de Beade, confiando en descubrir bellos parajes y algo de aventura. No tardamos en ser recompensados con creces... (continuará)  

Parecía un accidente pero...

jueves, 4 de noviembre de 2010

miércoles, 3 de noviembre de 2010

RUTA SUICIDA DE REBORDECHAO

Rebordechao es un pequeño pueblo de Vilar de Barrio totalmente empotrado en la sierra de San Mamede y del que arrancan unos cuantos caminos que se internan en los montes a través de corgas. Uno de estos caminos fue el que escogimos con la idea de realizar una rutita triangulando Rebordechao con dos refugios por si la cosa se ponía climatológicamente jodida, uno de ellos es la caseta abandonada al pie de la torre de vigilancia forestal en el alto de Sabugal y el otro es el refugio oficial del alto de San Mamede, que si no está abandonado lo parece. (Está como todos los refugios que conozco a los que puede llegar cualquier gilipollas con un coche: lleno de pintadas, con cristales rotos y mierda a punta pala. Una pena)
Desde Rebordechao salimos rumbo este hacia o Pereiriño para buscar el fondo de a corga do Sabugal donde, al menos en teoría, cruzando el riachuelo encontraríamos una senda que ascendería por a pedriña a as chairas enlazando allí con una pista que, a su vez nos llevaría a la pista que crestea la sierra. Suena fácil, pero no. A nosotros nos va hacer difícil lo sencillo y, no encontrando rastro alguno de esa senda nos fuimos a internar en la corga hasta donde el monte se vuelve jungla, intentando seguir el curso de innumerables canalillos que nacían del riachuelo para regar los preciosos prados. Intentar subir cualquiera de las laderas del monte parecía una locura porque la maleza, formada por carqueixas de más de dos metros de alto formaban muros impenetrables y el suelo mojado y fragmentado invitaba a partirse la crisma. Pero finalmente no quedó mas remedio porque, claro está, retroceder es de cobardes. Así que mezclando escalada y natación ascendimos por un mar embravecido de carqueixas pletóricas de agua que no terminaba nunca. A lo lejos divisábamos la linea de lo que debía ser la pista de la cresta, entre ella y nosotros un mundo de carqueixas gigantes y un par de castillos de piedra. Subíamos en línea recta y ya estábamos empapados. Nuestros pantalones escurrían agua al interior de las polainas y botas (Nota mental: Los pantalones de aguas no hacen efecto si no los llevas puestos tonto del haba) todo era muy bucólico y pastoril vaya. Creímos que no llegaríamos nunca pero finalmente allí estábamos y nos daban la bienvenida con su gélido abrazo el viento de las cumbres y la niebla más cerrada.
Por si las hipotermias decidimos despelotarnos y escurrir calcetines, vaciar litros de agua de las botas y cambiarnos de pantalones (ahora si los de aguas) y ponernos a patear como desgraciados para mantener la temperatura y llegar al refugio del alto de San Mamede, lo cual nos iba a llevar una tiradita. Una vez allí nos hicimos un cafecito breve y reconfortante antes de proseguir nuestra contra reloj hacia Rebordechao mientras la tarde iba cayendo. Esta pista la conozco bastante bien pero los cálculos de tiempos varían mucho de ir en el Land Rover a ir pateando y la niebla tampoco ayudaba mucho pero, qué carallo, Rebordechao tenía que estar allí abajo porque los montes forman un embudo a su alredeor así que tomamos la primera desviación que bajaba... los primeros 500 metros, para volver a subir... en fin, buff si al menos el viento helado nos diese una tregua..
En un momento fugaz la niebla nos dejó ver unos reflejos sospechosos. Primero nos parecieron lagunillas, después roquedos de pizarra y finalmente, antes de que se cerrase nuevamente la niebla nos dimos cuenta de que se trataba de Rebordechao y estaba mucho más cerca de lo que imaginábamos, casi al alcance de la mano. Estábamos salvados. El descenso fue largo de todos modos, campo a través interrumpido por alambradas de espino con la noche cerniéndose y corzos saltando entre el monte bajo. No estuvo mal, solo llegué con una hora de retraso al trabajo. La aventuraca es así y espera a la vuelta de la esquina, más cerca de lo que pensamos.

Rebordechao


Rebordechao


Rebordechao